Pasando tres cuadras, se encontraba la calle Cerro Nogales.
Lo que otrora fue un nido de ladrones, criminales y demás mal vivientes, ahora
era una tranquila calle que albergaba bonitas casas, gente amable y condiciones
óptimas para vivir. Todo, excepto por un solo edificio. Cuando Cerro Nogales
era un deplorable rumbo, una pandilla llamada “los Perros”, decidió entrar al
Hospital Contreras-Mendoza, debido a que uno de los miembros de la pandilla
rival, “los Suaves”, se encontraba internado allí, luego de una trifulca que
empezó una deuda de honor pendiente entre las dos pandillas. Al culpar los
Suaves a los Perros de haber herido a su hombre luego de que lo vieran
apuñalado en la calle, iniciaron un pleito que, de no ser por la llegada de la
policía, habría matado a todos. Al ser llevado el joven herido al Hospital, sus
compañeros de pandilla lo custodiaron. Pero los Perros querían su venganza. Y
la tuvieron, a expensas de perder a los suyos en una sangrienta pelea. Los
Suaves también pelearon, y perdieron gente. La infernal escaramuza tenía a los
pacientes y a los empleados del Hospital en pánico. Sin embargo, algo ocurrió
después, cuya razón no se ha conocido hasta el día de hoy, y ha caído casi en
el olvido. Algunas personas, que pasaron por Cerro Nogales, aseguraron haber
visto una luz cegadora de color blanco que salía de las ventanas. Después,
nada. Dentro, todos y cada uno de los que estaban en el hospital, pacientes,
doctores, enfermeras e incluso los pandilleros en plena pelea, sencillamente
desaparecieron. Nadie supo cómo, nadie supo por qué. Mientras que los
habitantes de la colonia se preguntaban qué exactamente había ocurrido, la
policía hizo un esfuerzo muy tenue en investigar lo acontecido, sin realmente
creer lo que los testigos afirmaban. Eso pareció no importarles eventualmente,
ya que desde la misteriosa desaparición de las dos pandillas más peligrosas de
la delegación, la calle Cerro Nogales se volvió la más segura de toda la
ciudad. Pero el Hospital Contreras-Mendoza, con la retirada de sus doctores,
enfermeros y pacientes, quedó desierto. Muchos de los transeúntes que se
atrevían a entrar a las instalaciones rápidamente se arrepentían y seguían su
camino. Todo esto ocurrió hace doce años. La calle fue cambiando. Muchos
lugares se remodelaron y se construyeron nuevas casas sobre los terrenos
baldíos. Pero ningún contratista ni ningún albañil quiso tocar los restos del
Hospital Fantasma. Y fue el único legado que quedaba de la antigua vida en
Cerro Nogales que permaneció entre la comunidad.